La décima es tal vez una de las estrofas más ampliamente utilizadas en el mundo de la lengua castellana. De origen culto, diversos avatares hicieron que se convirtiera en una de las formas con mayor arraigo entre amplios sectores de población, de modo que llegó a ser signo identificador de todo un universo de tradiciones. El autor de Décimas picarescas se sitúa en dicho universo, pero sin que ello signifique reproducir un pasado inamovible. Por el contrario, como cualquier acción cultural auténtica, simultáneamente retoma y transfigura en función de lo actual. Adopta y adapta la forma para explorar y proyectar una realidad que nos es contemporánea y que se configura en el juego de las grandes y pequeñas mutaciones del presente.
En medio de todo ello está el pícaro, antiguo y moderno a la vez, cuya voz y mirada subyace en cada poema y en el entramado total del libro. Así, esa realidad terrible, cruel en algunos casos, se redime en una disposición alegre y festiva ante y dentro de ese mundo, al que devuelve investido del humor que nos contagia a nosotros los lectores.